diciembre 15, 2013

Necesito querer lo que necesito

Lo que queremos no siempre es lo que necesitamos. Yo te quería y, sin embargo, no pareces ser lo que necesito. 

El problema es que no siempre tenemos claro qué necesitamos y qué queremos. Necesito agua para vivir, sin embargo, quiero una copa de vino para saciar mi sed. El caso es que podrías ser mi vino, ser lo que de verdad deseo, pero el vino no quita la sed, sólo embriaga y nubla la mente, pero no es vital para una existencia plena. 

A mí me pasa como a todos: no tengo claro lo que quiero y en estos tiempos de cambios, mis deseos se vuelven más nebulosos. Mis necesidades parecen estar un poco más claras, aunque también son bastante difusas. 

Como muchos, quisiera tener un oráculo que me dijese cual camino es el correcto, qué decisión me llevará a buen puerto. Pero últimamente no creo en nada, así que de oráculos ni hablar. 

Estoy desorientada, perdida, desviada, extraviada. Y las cosas que antes servían como conexión al mundo, como cable a tierra, esos faroles que parecían guía, hoy están apagados. 

Alguien me dijo una vez que era imposible no creen en nada. Y sin embargo, hoy siento que es imposible creer en algo. Mis viejas creencias descansan arrinconadas en algún recoveco de mi cerebro, sin esperanzas de ser rescatadas de ahí.

Un año de desencuentros, de sorpresas, de descubrimientos, de reencuentros. Así ha sido mi vida y tanta vorágine trajo consigo consecuencias. No sólo sé que te quiero, sino que no concibo la vida sin tí a mi lado, y sin embargo, no tengo claro si eres lo que necesito para la vida plena. 

Podría reptar, vegetar, subsistir, sobrevivir. Mantener una vida plana durante el tiempo necesario, dejar secar la alegría de vivir mientras sólo me dejo llevar. Apagarme lentamente, imperceptible, hasta llegar al punto en que no tenga brillo alguno ni nada que entregar. Pero me opongo. Abiertamente opongo resistencia a un destino de ese tipo. Y no importa que deba hacer, a eso si que no sucumbo. 

Mía.

diciembre 07, 2013

Algo más de mí

Y pienso, que algo no debe andar muy bien dentro de mi cabeza, porque los miro ahí, los tres, jugando felices, riendo, contentos, en una tarde de sábado, y son bellos. Tengo una bellísima familia y, sin embargo, hay momentos en que eso no basta.

¿Soy egoísta por eso? Quisiera sentir que ellos pueden llenar todo el universo, pero no es suficiente. Miro por mi ventana y veo un mundo entero que quiero tomar con mis manos, hacer mil cosas por mi misma, un camino recorrido en solitario, una vida en paralelo, donde esos tres maravillosos seres quedan ocultos. 

Es extraño esto de las dimensiones de las personas. Insertos en una sociedad que nos otorga roles y estereotipos, afirmar abiertamente que mis hijos no son el motor que me guía es casi como ofender a la sociedad misma. Pero es así. Mis motivaciones consisten, precisamente, en lograr trascendencia no a través de ellos, sino por mis acciones propias, que no sean ellos mi legado al mundo. Eso es una carga muy complicada para los hijos. Muchos de nuestros padres terminan viviendo sus vidas a través de nosotros, tratando de inspirar en nosotros aquellas cosas que ellos no pudieron hacer. Eso es parte de lo que no quiero. 

No creo que sea malo afirmar que quiero para mi vida más que ser la madre de alguien, la hija de alguien, la esposa de alguien. Hay muchas mujeres que son felices con ese rol y yo admiro de sobremanera su entrega, principalmente porque yo soy incapás de hacerlo. No me basta
Pero los miro ahí, mis dos hijos sonriendo a su padre, y el peso de tantos años oyendo lugares comunes como "todas las mujeres tienen instinto maternal" me cae en los hombros. Y quiero gritar que no, que no es lo mío ser sólo esposa, que no es lo mío ser sólo madre, que soy feliz cuando trabajo y alguien reconoce en mí capacidades que ni yo misma conocía, cuando alguien ve a través de mis ojos y encuentra a esa mujer compleja, diversa y maravillosa que soy.

diciembre 05, 2013

Ahora que cambiamos...

Yo no sé de aprehensiones. Sé que las he sentido, pero no sé de dejarme manipular por ellas. Y últimamente sé de deshacerme de aprehensiones. Es que hay cosas que terminan por cambiarla a una. Procesos que a veces se dan con rapidez, y otras, que son lentos e imperceptibles, pero que una vez terminados generan toda una metamorfosis imposible de revertir. 

Yo sé que he cambiado. Me doy cuenta cada mañana cuando me levanto y pienso en mi día. Y no se ve como antes, aunque son las mismas actividades de antes. Fue un cambio lento, apresurado por la borágine de mi vida en los últimos tres meses. Sin duda alguna el jugar a ser candidata me hizo transmutar. 

Lo peor es que no extraño ni un poquito a esa otra yo. Más inocente ella, menos desconfiada. Y no a extraño nada de nada. Menos resuelta, bastante más tímida. Y no la extraño ni siquiera un poquitín. 

Es más, hoy tengo la certeza de la necesidad de ampliar este cambio a mi entorno. Es que cuando una cambia no pude seguir inserto en el mismo mundo. O tu entorno cambia contigo o cambias al entorno. Con los niños no es dificil, ellos se adaptan bien a los cambios. Con el resto del entorno se vuelve más complejo. En algunos casos he decidido, de golpe y porrazo, cambiarlos por elementos que aporten más a mi vida. En otros, hago el intento por ayudarles a adaptarse al cambio. 

En este lado de mi vida hay nuevos roles, nuevas caras, nuevos desafíos. Los tomo con humor, con alegría, con fuerza, con paz.