No debería y sin embargo, te extraño. Extraño esas conversaciones cotidianas, esas discusiones sobre lo humano y lo divino. Esas historias muchas veces repetidas y que aún sí no cansan.
Extraño abrir el mail y encontrar esa respuesta ingeniosa. O ese mensaje de preocupación por las varias semanas de no saber de mí. Extraño esa preocupación desinteresada.
Son ciertas ausencias que hacen que la vida sea un poco más aburrida. O más bien, esos planes algo tontos que hacen que la vida sea vuelva más emocionante.
Y no es que me sepa diferente o especial. No. Sé bien que nada hay de especial en mí, sé bien que no somos un nosotros. No somos más que simples desconocidos que un día decidieron ser amigos.
No pretendo ser más que eso. Cualquier otro tipo de relación queda de plano totalmente descartada. Y no creo que sea por falta de oportunidad, sino más bien porque no tengo pasta de amante. Eso de saberse a priori abandonada no me viene. Lo mío es saberse única, el centro de un universo personal. Y en ese sentido me queda mejor lo de ser una buena amiga.
Ya vendrán tiempos de amantes, placeres y aventuras. Pero esos no son los tiempos de ahora. Lo mío, por estos días, es extrañar esa compañía algo lejana que haces, ese espacio que llenas con discusiones sobre filosofía y ciencia. Algo más cercano a amor fraternal, con un muy delimitado campo de acción.
Mía.
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