Los cuadrúpedos de mi vida...
Hace muchos días que pienso en esta entrada... es más, esta es la tercera vez que la escribo, pero como la informática suele ser traidora, he perdido las dos veces anteriores mis palabras... Casi como si alguien tirara un manuscrito al fuego:; por más que lo intente, no lograré recuperarlo y mi memoria no es tan buena para escribiurlo tal cual, otra vez...
Era una entrada interesante donde yo divagaba sobre los cuadrúpedos de mi vida. Mascotas, si alguien quiere llamarlos de otra forma, que en mi caso han sido de las más diversas especies, colores, géneros y grupos... Mamiferos, reptiles y anfibios. Perros, gatos, ranas, tortugas, peces, hamsters y hasta un cervatillo se cuentan entre los cuadrupedos de mi vida.
Y cual de todos más "especial". Entrada mi adolescencia y perdida mi niñez, cuando ya las mascotas pueden realmente llamarse tuyas, pareciera ser que los cuadrupedos asumen un poquitín de mi personalidad y se vuelven algo inestables emocionalmente. SI, hoy cuento con un perro que le ladra a gatos imaginarios y una gata que se jura persona, por lo que no logra entender porqué ahora tiene que dormir en el patio... Eso, sin contar el gato que se creía perro y murió, de hecho, peleando con un can más grande que él...
Con justa razón dice mi madre que mi hija saldría un poquito loca, porque la criaría yo... Y no me parece nada de mal, más bien todo lo contrario: es sano dejarse llevar por algunas emociones, esas que son más instintivas y nos permiten mantener nuestro cuadrupedo interior alerta. Si fuésemos inteligentes y le pusiéramos atención, entonces sabríamos cuando estamos en peligro y cuando otra persona es un riesgo. Pero como nos reprimimos siempre, nuestros cuadrúpedos internos terminan encerrados en algún rincón de nuestro cerebro, ahí, entre los traumas infantiles y las fobias que traemos de vidas anteriores... Dicen...
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