Algo de frivolidad

A mi mamá le regalaron una tarjeta de prepago Falabella. Una especie de convenio con una cooperativa a la que pertenece y que le devuelve parte de las ganancias en plata que te puedes gastar en la multitienda.

Así que nos fuimos de shopping. Al final, me gasté casi toda la plata yo, porque a ella no le gustó nada… lo mejor de todo fue un ponchito rosado, de esos súper de moda que se usan ahora. Estaré totalmente top cuando salga a mi reunión de la agrupación esta noche.

Me gustó la idea de salir a comprar con mi mamá. Si bien a veces peleamos (esto de vivir juntas a ratos aburre muchísimo), la mayor parte del tiempo nos estamos riendo de la vida. Creo que además, yo he adquirido la capacidad de reírme de mí misma.

Pedro Luis manifestó su impresión al verme esta mañana tan contenta a pesar del rechazo telefónico del viernes pasado. Rechazo del que se siente responsable, porque él me motivo, me instó, me azuzó, para hacer el llamado. Hemos llegado a la conclusión de que el brasileño será retirado de nuestro discurso y de nuestras conversaciones desde hoy en adelante. Así que en esta frase le damos un adiós no muy sentido, porque si bien algo me gusta, nunca me gustó tanto como para sentirme mal por eliminarlo de mi círculo de conocidos.

Mi peladito (a Pedro Luis le digo así de cariño) se fue de viaje. Vuelve en 10 días y creo que ya lo extraño un poquitito. No puedo evitarlo. Sé que todos creen que somos pololos, pero no nos hemos dado ni siquiera un besito huacho en los cuatro años que nos conocemos. Y eso que oportunidades no han faltado. Él dice que superamos esa etapa y yo digo que sí, que la superamos luego de mucho conversar… pero igual cuando Pedro Luis entra en performance y se vuelve alemán borracho (es decir, cuando toma más de la cuenta), le baja el cariño por mí… y por cualquier ser vivo de dos patas que se le cruce por delante…

Mía