abril 16, 2005

De copas y certezas

Mauricio tiene unos brillantes ojos café oscuro. No sé de qué color es su pelo, porque no usa. Me explico, se lo corta, rapa, escinde, rasura, trasquila, pela. Así que debo suponer que su pelo tiene un color claro, porque su piel es bastante clara.

No habla mucho español, pero habla mucho. El problema es que yo le entiendo muy poco. Eso y que parece que yo le causo una especie de Síndrome de Tontificación. Antes, al principio, él me conversaba mucho y era muy entretenido discutir con él, en una defensa de ideologías y planteamientos en un ambiente de mutuo respeto y admiración. Luego vinieron las Horas Perdidas y ya él no pudo dirigirse a mí con la misma naturalidad. Lástima, me gustaba conversar con él.

Pedro Luis se pregunta porqué hablamos de él. Le contesto que debe ser porque quiebra todos los parámetros de comportamiento masculino que conozco. Anoche estuvimos celebrando el cumpleaños de Pedro Luis y pasamos a dejar unos encargos al restauran donde trabaja Mauricio. Para variar un poco, me dediqué a jotearlo impunemente, porque cómo a él le da vergüenza mi presencia, entonces me da mucho la espalda y yo me dedico a mirar sus bien formados muslos, forma sutil de decir que le miro el trasero. Mauricio es todo lo contrario a lo que siempre me gustó de los hombres (morenos, decididos, grandes, ojalá de brazos muy gruesos para poder abrazarme). Aún así, tiene algo que me impide dejarlo atrás sin una nueva oportunidad de acercamiento.

En eso anduvimos anoche con Pedro Luis. Tras dejar los encargos, nos llevamos comida para la casa (Pedro Luis quería quedarse, pero yo ya descubrí que con Mauricio al lado no puedo comer), nos tomamos unas copas de vino y luego fumamos un poco. Aclaro en este momento que en lo general no bebo vino tinto, que no me gusta. Prefiero el blanco y con él tengo una mejor relación etílica, es decir, puedo tomar hasta tres copas sin marearme y hasta una cuarta antes de hablar pastoso. Pero al parecer, mi reacción con el vino tinto no es la misma. Anoche me bebí solo un vaso y terminé llamando por teléfono (azuzada con bríos por Pedro Luis) para invitar a salir luego del trabajo.

Me dijeron que no… ja j aja j aja ja aj… me río sola de mi misma… pero me alegra haber tenido la capacidad de hacer la llamada, aunque fuese apoyada por la copa de vino. El tema es que lo peor que podría pasar en esta historia ya pasó: ya invité a salir y me dijeron que no. Claro, fue un no medio relativo, porque según él me va a invitar a salir otro día. No le creo nada. Sólo palabras de buena educación, pero que al menos fueron dichas.

Ya salí de ese trámite y eso me tranquiliza. Ahora, cuando Mauricio empiece a interrogar a Pedro Luis sobre mis pololos, sobre donde y con quien vivo, en una preguntadera medio subterránea, entonces Pedro podrá responder pero si tú no quisiste salir con ella… y se habrá acabado el problema. Ya hice mi parte. Cuando pasen los años y recuerde aquella vez que me anduve revolcando con un brasileño, tendré la certeza de que todo lo que me tocaba lo hice. Y necesito de esas certezas para seguir viviendo.