Sobreestimada verdad
A propósito de una entrevista que leí esta mañana sobre una película que no sé si quiero ver (“Closer”) comencé a pensar que tanto hay de cierto en eso del silogismo “La verdad es buena, si digo la verdad, entonces soy buena”.
Es que tras mi trancazo de realidad de la última semana, me parece que la sociedad postmoderna cambió la dimensión ética de la verdad, trasladándola de la categoría valor a la de herramienta de nuestras éticas antojadizas.
Me explico mejor. La verdad deja de buscarse por alcanzar un estadio moral superior en nuestro desarrollo como personas. Ahora es utilizada como herramienta de manipulación. Aunque la verdadera pregunta sería descubrir si en esta sociedad postmoderna e individualista existe la verdad realmente o es más bien un cúmulo de percepciones personales que cada uno considera una verdad absoluta.
Está además el tema de las motivaciones. Ahí es cuando surge nuevamente el problema ético, ya que muchas veces confesamos algunas verdades no por ser consecuentes, sino por presiones externas, peso de conciencia, o sólo para auto convencernos que cumplimos con el silogismo y llegar a ser buenos. Nuestro individualismo se impone y por estar acorde a nuestros ataques de moralidad, causamos efectos en otras personas, a veces dañinos, sólo por sentirnos bien con nosotros mismos.
Cuando se trata de relaciones de parejas e infidelidades todas estas divagaciones se aplican mucho más literalmente de lo que se cree. Por ejemplo, cuando observamos una infidelidad. Nos sentimos culpables, cómplices del engañador y siéndole infieles al engañado. No podemos mirarle a la cara. El peso de conciencia nos supera y le decimos todo. Quizás primero habría que preguntar que prefiere: el conocimiento o el desconocimiento. Conozco un par de personas que responderían que prefieren no saber. Y si es así, ¿qué derecho tengo de decir la verdad cuando nadie me la ha pedido? ¿soy menos buena por eso?
Es que las relaciones humanas son de por si complejas. Son las dualidades que enfrentamos cada día las que nos hacen personas interesantes. Eso de tener que decidir si revelas algunas verdades por que es lo “socialmente correcto”, prefieres callar secretos en pro de las fidelidades con tu amigos, callas porque en la balanza la verdad es más dolorosa que el desconocimiento, o simplemente callas porque no te incumbe…
Mía
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