Los grupos y sus diferencias
El pasado sábado estuve en una "reunión de grupo". Grupos hay de muchos tipos y de las más variadas formas. Organizaciones sociales, comunidades, agrupaciones, sociedades. No importa cómo les llamemos, se trata sólo de la manifestación del hombre por formar parte de algo, por saberse un elemento dentro de un todo. Un mudo y deseperado llamamiento a no sentirse tan sólo.
El caso es que, por motivos que ya ni me acuerdo, llegué a este grupo. Yo he pertenecido a muchos grupos. Mi necesidad de pertenencia me ha llevado a causas variadas: círculos de artístas, agrupaciones de teatro y danza, organizaciones sociales de prevención de VIH, grupos de adolescentes fanáticos de lo japones que se llaman a si mismo "clanes", y comunidades de lectura.
La reunión era de esa última: una comunidad de lectura. Paradójico resulta, eso sí, que ahí casi nadie lee. O por lo menos, nadie lee de temas generales, porque todos han leído sólo una cosa: Harry Potter.
Me gusta Harry Potter, es un libro entretenido. Una buena novela policial enmarcada en un universo mágico y mitológico. Pero eso: una buena novela. Lo del universo mágico y mitológico, eso sí, parece apoderarse de las personas, que terminas convencidas que son magos y se juegan la vida por tener posiciones de poder dentro del grupo.
Vuelta a lo mismo: no es más que la manifestación de nuestro deseo de pertenencia. Inseguridades personales que nos hacen querer estar por sobre los otros dentro del grupo.
Y no es más que una falsa sensación de poder, porque en realidad no mandaríamos a muchos, porque el grupo no superaba las 30 personas... ¿qué hacemos con 30 personas?¿tratar de conquistar el mundo, Pinky?
No me malinterpreten. Creo fielmente en la necesidad de los grupos en función del desarrollo humano y personal. Son una necesidad y un bien social. Es más, me interesa de sobremanera ser parte de ese grupo, es sólo que la reunión del sábado me ha dejado profundamente impresionada: los deseo de poder de algunos superan los límites de la ética, al punto de hacer escandalillos de infantes malcriados, con llantito incluido, al sentir que su pseudopoder es amenzado, para luego burlarse virtualmente de quienes piensan son los perdedores, cuando en realidad los supuestos perdedores te entregaron el pseudopoder más bien por lástima.
En realidad, debo admitir que tales manifestaciones de deseo de poder superan todos mis parámetros de ética. A mi no me gusta mucho eso de que me manden y si bien mi naturaleza es la de mandar (soy mandona por excelencia) intento al menos superar ese rasgo negativo de mi persona y más bien solicitar o pedir las cosas de forma amable. No suelo llorar mucho, en público lo evito, a menos que se trate de un buen filme y sea en la oscuridad de una sala con buen sonido acústico, y definitivamente no lloraría en función de conseguir un objetivo. En fin, mi visión humanista del mundo me impediría también imponer un modelo tan piramidal como el que existe en dicha comunidad. Creo fielmente en el Ser Humano como valor máximo, por encima del dinero, del estado, de la religión, de los modelos y de los sistemas sociales. Pero por sobre todo ningún ser humano por sobre otro. Eso de querer apoderarse del mundo y estar en un estadio superior que mis congéneres no se me da mucho... Pero como buena humanista, acepto de buen grado a quienes piensan diferente. Total, el mundo está lleno de colores y de eso se trata la belleza de la vida: de los cientos de colores que vemos cada vez que nos leventamos, ese descubrir un mundo nuevo cada día, sentir al abrir los ojos que el mundo es nuevo y que la luz esa que vemos hiere por vez primera nuestros ojos límpidos, como decía Amado Nervo...
Y me estaba preguntando si en el grupo aquel habrá alguien que conosca a Nervo, a Pezoa Veliz... o a mi siempre bien ponderado Joyce... sabrá alguien que esa costumbre de hacer que los personajes piensen y sepamos sus pensamientos (conocido en literatura como monólogo interior) no fue inventado por Rowling, sino por el irlandes medio cojo y corto de vista aterrado por los dogmas católicos en su adolescencia. O sea, mientras Harry deambula por pasillos oscuros tratando de recordar un sueño en busca de una profética bolita de luz, Joyce piensa en su tumba sobre lo bien que le salió eso del monólogo interior y que esa chica inglesa que leyó su "Retrato de Artísta Adolescente" por allá por los 80 lo captó bastante bien, porque el muchacho de la cicatriz en la cabeza está sentado en el borde de su cama de la escuela mientras su mente divaga por escondrillos laberínticos y oscuros tratando de desentrañar sus sueños.
Mentes jóvenes, eso es lo que más hay en torno a Harry Potter... bastante influenciables, por lo demás, así que es importante que esas mentes jóvenes tengan la oportunidad de descubrir que más allá de la sociedad postmoderna tan bien expresada en llantos cortitos como fundamento de mi poder amenazado, existen alternativas a modelo neoliberal en el que estamos inversos... y quien sabe, quizás Harry Potter conoce bien de eso...
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