Me dice que le escriba... que le gustan mis cartas...
No son mis versos, son de mi madre... de alguna parte tenía que salir mi veta artística… de joven mi mamá escribía… y lo hacía muy bien… ella dice que no tenía el talento que yo tengo… yo digo que tenía más que yo, pero que no se daba cuenta… en fin, la discusión podría darse eternamente, como eso de “el huevo y la gallina”…
No sé porque partí esta entrada con esos versos… tenía serias intenciones de entregar mi punto de vista respecto del conflicto de El Líbano y la intervención israelí a ese país de medio oriente… y aún me dan vuelta esos versos en mi cabeza… Me dice que el escriba, que le gustan mis cartas… no recuerdo más…
De niña, mi mamá cantaba muy bien. Luego la operaron de la tiroides y ya no pudo cantar más… pero siempre recitaba y nos enseñaba trabalenguas… era su forma de hacernos evadir las larguísimas noches de fin de semana cuando mi papá se ponía a tomar y la casa era un festival de gritos, portazos y palabrotas… mi lado B, si me lo preguntan… bastantes años me tardé en superar esas noches de invierno, pero ese es otro cuento que mañana les relato…
La cosa era que mi mamá me enseñó el gusto por memorizar poesía… ella las escribía en un librito que yo todavía tengo… yo los escribía en papelitos que después dibujaba por detrás… en fin, la cosa es que al principio buscaba poemas en libros… después, en mi adolescencia, escribía poemas de amor en las hojas traseras de mis cuadernos… cursi, pésima, tremendamente oscura y deprimente… no conservo mucho de ese tiempo. La verdad, la vergüenza me impidió conservar dichos manuscritos… mi memoria tiene un par de versos… “llévame contigo, a tu playa blanca, de tu mar dormido lave mi negra alma… llévame contigo, a tus manos suaves, que tu andar tranquilo limpie mi sucio rostro… llévame contigo, lávame, abrázame, límpiame en el mundo, y llévame contigo, allá en tu cielo…”
Concuerdo con aquellos que dirán que, en mitad de mi adolescencia y como el 90% de los adolescentes, tenía claras intenciones de morirme… por alguna razón, es lo que me quedó guardado en la memoria…
Dice mi madre que yo escribí mi primer poema cuando tenía 6 años… cuando recién aprendí a escribir… Se llamaba “Encuentro con Dios” y es todo lo que sabemos de esa mi primera incursión en la poesía… nadie tuvo la previsión de guardar tal testimonio de mis primeros pasos en la literatura y hoy no es más que un mito familiar… sin duda mi caso es como el de la mayoría de quienes escriben: la mala costumbre de garabatear palabras para que la angustia no nos carcoma el alma se vuelve la salvación de los abismos que a los 15 se ven mucho más grandes de lo que son… y cuando a los 25 sigues con la mala costumbre, asumes que ya se te volvió hábito y asumes que para los 30 ya será oficio… bueno o malo, es otra cosa…
Abandoné la poesía antes de salir del colegio y por culpa de una mujer que, en un taller de literatura me enseñó la prosa… Germana Fernández era de esas personas que te marcan el alma en dos días y aunque nunca más la vieses, sus palabras están tan asimiladas que ya ni siquiera las recuerdas… sólo las vives… los cuentos se volvieron mi vida y espero, en algún momento, escribir uno cortísimo y perfecto como el Dinosaurio de Monterroso… eso me lo dará el oficio… por ahora, me queda irme a dormir…
Mía
No sé porque partí esta entrada con esos versos… tenía serias intenciones de entregar mi punto de vista respecto del conflicto de El Líbano y la intervención israelí a ese país de medio oriente… y aún me dan vuelta esos versos en mi cabeza… Me dice que el escriba, que le gustan mis cartas… no recuerdo más…
De niña, mi mamá cantaba muy bien. Luego la operaron de la tiroides y ya no pudo cantar más… pero siempre recitaba y nos enseñaba trabalenguas… era su forma de hacernos evadir las larguísimas noches de fin de semana cuando mi papá se ponía a tomar y la casa era un festival de gritos, portazos y palabrotas… mi lado B, si me lo preguntan… bastantes años me tardé en superar esas noches de invierno, pero ese es otro cuento que mañana les relato…
La cosa era que mi mamá me enseñó el gusto por memorizar poesía… ella las escribía en un librito que yo todavía tengo… yo los escribía en papelitos que después dibujaba por detrás… en fin, la cosa es que al principio buscaba poemas en libros… después, en mi adolescencia, escribía poemas de amor en las hojas traseras de mis cuadernos… cursi, pésima, tremendamente oscura y deprimente… no conservo mucho de ese tiempo. La verdad, la vergüenza me impidió conservar dichos manuscritos… mi memoria tiene un par de versos… “llévame contigo, a tu playa blanca, de tu mar dormido lave mi negra alma… llévame contigo, a tus manos suaves, que tu andar tranquilo limpie mi sucio rostro… llévame contigo, lávame, abrázame, límpiame en el mundo, y llévame contigo, allá en tu cielo…”
Concuerdo con aquellos que dirán que, en mitad de mi adolescencia y como el 90% de los adolescentes, tenía claras intenciones de morirme… por alguna razón, es lo que me quedó guardado en la memoria…
Dice mi madre que yo escribí mi primer poema cuando tenía 6 años… cuando recién aprendí a escribir… Se llamaba “Encuentro con Dios” y es todo lo que sabemos de esa mi primera incursión en la poesía… nadie tuvo la previsión de guardar tal testimonio de mis primeros pasos en la literatura y hoy no es más que un mito familiar… sin duda mi caso es como el de la mayoría de quienes escriben: la mala costumbre de garabatear palabras para que la angustia no nos carcoma el alma se vuelve la salvación de los abismos que a los 15 se ven mucho más grandes de lo que son… y cuando a los 25 sigues con la mala costumbre, asumes que ya se te volvió hábito y asumes que para los 30 ya será oficio… bueno o malo, es otra cosa…
Abandoné la poesía antes de salir del colegio y por culpa de una mujer que, en un taller de literatura me enseñó la prosa… Germana Fernández era de esas personas que te marcan el alma en dos días y aunque nunca más la vieses, sus palabras están tan asimiladas que ya ni siquiera las recuerdas… sólo las vives… los cuentos se volvieron mi vida y espero, en algún momento, escribir uno cortísimo y perfecto como el Dinosaurio de Monterroso… eso me lo dará el oficio… por ahora, me queda irme a dormir…
Mía
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